martes, 3 de diciembre de 2013

El bosque encantado, todo un encanto

Al principio de la vereda Javier nos anima a dejar alguna chuchería para los gnomos. Mi pensamiento se cuestiona.: Serán gnomos, duendes, o qué tipo de seres extraños. En un círculo de piedras se van amontonando las chuches. Variadas, con las gominolas se alinea el regaliz, hay algún caramelo, galletas de chocolate. Es un misterio. Hemos visitado su casa. Pareciera el alojamiento de un rebaño de ovejas. Pero tan escondido solo puede ser la casa de los gnomos. Javier nos enseña todas y cada una de sus dependencias. Los más atravidos profundizan en su interior. Difícil acceso para llegar a los dormitorios de los adultos. Contorneo obligado. Se pasa la dificultad y la cara risueña saluda desde arriba. Otros nos recreamos en la última conversación. Alguien insiste en llegar a la presa. Tarea innecesaria. Es necesario volver. Nos espera la comida. Y al pasar por el círculo solo queda un resto de caramelo. Alguien vino a su encuentro. Las sospechas se difuminan. Quién habrá sido. No cabe duda que algún ser extraño ha tenido hambre. Subimos la pronuniada y alargada cuesta. Pareciera que no vamos a llegar. El coche de protección civil es una ayuda agradecida. Continuamos. El paisaje nos entretiene. Los comentarios de nuestro extenso mirar nos animan. Hemos llegado a la meta. El prado nos acoge en nuestra comida ansiada. Los grupos se dispersan concentrados en los bocadillos. Alguien, ocurrente, señala a un miembro de protección civil. Tienes la boca manchada - le comenta. Y en un acto reflejo se delata el gnomo transitorio que se comióa parte de las chucherias. Vacilamos. Uno o varios. Aunque yo prefiero seguir concectado con el mundo de los árboles, que silenciados y silenciosos nos presentan su enorme silencio. Intentaremos localizar algún gnomo aunque sea menos comilón. 15.05, de 3.12.2013.

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